Para grandes, pequeños, bebés, abuelos… No hay edad. La ilusión y la imaginación estalla en DisneyLand Paris.
Aún recuerdo la primera vez que fui, la ilusión hacia que mi corazón se saliera, mi cara lo decía todo y mis padres al verme no podía ocultar la sonrisa de su cara.
Es un mundo aparte, entras y ya no distingues la fantasía de la ficción, la realidad se distorsiona y todos se convierten en niños, montan en las tazas dando vueltas sin parar. Corren para ser los primeros en la próxima atracción. Visitan Peter Pan asombrados como navegan con un barco por las alturas y ven Londres a vista de pájaro.
Llega la hora de las cabalgatas, en París no importa que nieve, truene, llueva o haga un sol espléndido, sus personajes siempre están dispuestos a pasear en sus carrozas sacando sonrisas a todos los visitantes.
Si salimos del mundo de fantasía podemos encontrar las atracciones más atrevidas, para los más valientes. Podemos montarnos en la montaña Rock & Roller y ponernos en 120 Km/h en 3 segundos, o montarnos en el Hotel del Terror, Space Montain… ¡¡Qué maravilla!!
Conforme escribo esto planeo mi próxima visita, como será, creo que ya aguantaré hasta tener pequeños terremotos para poder verles las caritas, aunque confieso que no me importaría volver antes.
Os lo recomiendo a todos, no es un destino económico, pero es un destino que merece la pena.